Hace 40 años se instalaba en América latina un gran laboratorio de experiencias neoliberales, que tuvieron sus inicios con el golpe de Estado dado en Chile el 11 de septiembre de 1973 al gobierno constitucional del compañero Salvador Allende Gossens. Este golpe inauguró, de alguna manera, la avanzada militar del capital en la región. Fue justamente en Chile donde la conjunción del poder económico, militar y político del imperialismo fue más evidente y bloqueo el camino al socialismo. Fueron las empresas multinacionales, la derecha más rancia junto a sectores de la oligarquía, el fascismo y la iglesia católica que, financiados por la CIA, desestabilizaron continuamente a un gobierno popular surgido democráticamente en las urnas.
Fue así que se diseminaron por la región esas experiencias, coordinadas bajo la Operación Cóndor, el operativo represivo de las distintas dictaduras militares en el Conosur. Así se detuvo y asesinó a centenares de militantes chilenos refugiados en Argentina. Tal vez, el caso más paradigmático sea el asesinato del general constitucionalista Carlos Prats el 30 de septiembre de 1974 en Buenos Aires. Este crimen fue instrumentado por la DINA, la policía secreta chilena, en alianza con los militares argentinos. O el de Orlando Letelier producido el 21 de septiembre de 1976 en Washington DC también por la DINA.
Esa misma coordinación se dio en el campo económico y financiero con la aplicación de similares recetas neoliberales en nuestros países. Estos planes eran alentados por el reconocido economista Milton Friedman junto a las Instituciones Financieras Internacionales (IFIs) y los “chicago boys”, formados en la Universidad de Chicago. Así, toda la actividad se empezó a regir por las leyes del mercado y la famosa “teoría del derrame”, sobre la base de un brutal sobre-endeudamiento público y la privatización de las empresas estatales. El lucro indiscriminado y los intereses privados estaban por encima de los derechos de los pueblos con el único fin de incrementar las ganancias a cualquier costo, incluso por encima de la vida y la sangre de millones de compatriotas.
La experiencia chilena al socialismo, con todos sus aciertos y críticas, fue un faro de esperanzas para los pueblos de la región. Fue la concretización histórica de que era posible construir la revolución y el gobierno de los trabajadores por otros medios. Esa experiencia truncada por el fascismo sigue vigente en las últimas palabras de Salvador Allende…” les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos […] Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
Hoy es urgente avanzar en la democratización de la sociedad chilena. Resabios dictatoriales se funden en leyes que es necesario reformar para acabar, de una vez por todas, con los vestigios autoritarios. La convocatoria a una Asamblea Constituyente que dé origen a una nueva base política para la instauración de un modelo de democracia participativa, centrada en los derechos de las comunidades y la Naturaleza, es una demanda mayoritaria. Especialmente, el acceso a una educación pública, gratuita y laica, entendida como un derecho universal y no como una mera mercancía a la que solo tienen acceso quienes pueden pagarla.
A 40 años del golpe de Estado dado en Chile quedan grandes deudas pendientes con la Democracia, pero sobre todo con los asesinados y desaparecidos políticos y sus familiares. La única salida para terminar con la impunidad reinante es el camino de la Memoria, la Verdad y la Justicia. No alcanzan los arrepentimientos y disculpas que hicieron públicas últimamente varios sectores que fueron el sostén civil de una de las dictaduras más sangrientas de la región. Queremos y necesitamos saber el destino de cada uno de los detenid@s-desaparecid@s chilenos y de los demás países de la región. No podemos perdonar por ell@s. Pero sí podemos pedir por nuestros muertos: ¡juicio y castigo!
Por estos muertos, nuestros muertos
pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria
pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte
pido castigo.
Para el traidor que ascendió sobre el crimen
pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía
pido castigo.
Para los que defendieron este crimen
pido castigo.
40 años de lucha contra el fascismo y la dictadura por llegar a una verdadera justicia son la fuerza que permiten seguir caminando hasta que se abran las grandes alamedas por donde pasaremos los hombres y las mujeres libres
¡Salvador Allende: presente, ahora y siempre!
JUBILEO SUR/AMERICAS
11 de septiembre de 2013