Por LOUIS-PHILIPPE DALEMBERT

DNiños haitianos andan en el barro cerca de un centro de albergue en Puerto Príncipe, el 19 de marzo de 2010 (AFP Thony Belizaire) – GRAN ANGULAR

En 1825, Francia impone a su lejana colonia el pago, a precio de oro, de su nueva independencia. La economía de la isla, desangrada durante ciento veinticinco años para poder cumplir con su contrato, nunca consiguió recuperarse.

La visita, el 17 de febrero, de Nicolás Sarkozy a Haití, la primera de un jefe de estado francés desde la independencia de Francia en 1804, dio lugar a un curioso diálogo a distancia entre los presidentes de ambos países. Para el presidente René Préval, en lo que hace a los haitianos, ya se dio vuelta la página de la colonización, tanto en el plano político como psicológico. Nicolas Sarkozy, por su parte, se abocó a un ejercicio algo sorprendente, en un hombre poco proclive al “arrepentimiento”, cuando se trata de hablar del pasado colonial de Francia. “Nuestra presencia aquí, dijo, no dejó únicamente buenos recuerdos. » Evocó luego las condiciones de la separación entre los dos Estados, antes de agregar: “Aunque yo no haya iniciado mi mandato en el momento de Carlos X, sin embargo soy responsable en nombre de Francia”.

Al remontarse a Carlos X, es claro que el presidente francés hablaba de la deuda de la independencia, famosa desde entonces y objeto estos días de una petición que reclama su reembolso para la reconstrucción de Haití, devastado por el seísmo de enero. ¿De qué se trata?

Un país condenado al ostracismo
Estamos en 1825. Luego de dos decenios de negociaciones para que vuelva, de una forma u otra, la antigua colonia francesa de Santo Domingo el redil metropolitano, París comprende que será necesario renunciar. Presionado por el lobby de los colonos urgidos de recuperar sus riquezas, sus esclavos y sus bienes inmuebles y por el de los comerciantes dispuestos a partir de cero con tal de no perder el jugoso mercado de “la colonia más rica del mundo”, Carlos X, recién subido al trono, zanja la cuestión.

En una ordenanza con fecha 17 de abril de 1825, Carlos X “concede” al joven Estado su independencia a cambio del pago de 150 millones de francos de oro para indemnizar a los antiguos colonos y del compromiso de intercambios comerciales privilegiados en favor de Francia.

Los haitianos quedan estupefactos. En primer lugar, ellos son independientes de hecho desde el 1º de enero de 1804, después de haber vencido a la poderosa expedición Leclerc/Rochambeau, que había llegado para restablecer la esclavitud en la colonia. La independencia, ya la habían pagado con su propia sangre. En segundo lugar, la suma exigida supera ampliamente la realidad financiera del país, arruinado por años de guerra. ¡Pero por eso no hay que preocuparse! París está pronto para ayudar a que el gobierno haitiano encuentre en Francia un préstamo en “condiciones aceptables”. “Inclusive usted deberá insistir, escribe el ministro de la Marina, el conde de Chabrol, al portador de la ordenanza, para que el gobierno haitiano no se dirija, con este objeto, a ningún otro país”.

Para convencer a los haitianos de que acepten “el pacto más generoso que la época actual ofrece”, Carlos X tiene argumentos de peso. Hace escoltar la ordenanza por una armada de catorce buques de guerra armados con 528 cañones. En caso de rehusarse, siempre según el ministro de la Marina, Haití será “tratado como enemigo por Francia”, cuya escuadra, “está pronta para establecer el bloqueo más riguroso de los puertos de la isla”. A la cabeza de un país condenado al ostracismo, bajo la presión, entre otras, de la ex metrópolis, e incapaz de renovar los esfuerzos de guerra que lo habían conducido a la independencia, firma el presidente haitiano Jean-Pierre Boyer.

Se acuerda pagar, en cinco anualidades de 30 millones, la indemnización duplicada con un descuento de 50% en los tasas aduaneras debidas por cualquier barco de bandera francesa. Esta suma de 150 millones de francos de oro representa de hecho el equivalente de un año de ganancias de la colonia en épocas de la Revolución, es decir, 15% del presupuesto anual de Francia. Un primer préstamo de 30 millones, reembolsable en veinticinco años, se contrae así con la plaza financiera de París, con un interés de 6% anual. Luego de la deducción de gastos y de primas, el Estado haitiano no percibe más que 24 millones, a los que hay que agregar otros 6 millones de sus fondos propios, para cumplir con el primer vencimiento.
Así queda instalado un juego financiero complejo que la joven nación va a arrastrar como un grillo, a lo largo de más de ciento veinticinco años. Por ejemplo: sobre la base del cálculo de gastos, primas, intereses y capital, y de un eventual pago en el tiempo, el primer préstamo se eleva a un monto efectivo de 81 millones de francos de oro. Es lo que los historiadores llaman “la doble deuda de la independencia”: la deuda con el Estado francés para indemnizar a los antiguos colonos y la deuda con los banqueros parisinos. Pero la situación económica del país, luego de años de guerra y de un bloqueo, ya no es la situación de la floreciente colonia, veinte años atrás. Además, por temor al retorno de los franceses, sus dirigentes se lanzan en construcciones militares de envergadura, en detrimento de la instalación de infraestructuras de desarrollo.

El nuevo Estado tiene tanta más dificultad para reembolsar la deuda, cuanto que, en Le Havre, el precio del café, principal fuente de entradas del país, no para de caer. En cinco años, pasó de 140 a 85 francos las 100 libras. Para afrontar esto, Boyer declara “deuda nacional” la indemnización y crea, para pagarla, un impuesto específico que pesará particularmente sobre las masas campesinas. De igual modo, intenta reducir el tren de vida del Estado, sin por eso renunciar a la militarización a ultranza del país. ¿La razón? Las amenazas recurrentes de la ex metrópolis ante las dificultades de Haití para cumplir a tiempo con los vencimientos, así como los pedidos de renegociación del monto de la indemnización. Se está en un callejón sin salida.

Francia controla las finanzas del país

En 1838, ambos países finalmente encuentran un acuerdo. Luis-Felipe I, menos intransigente que Carlos X, firma dos nuevos tratados con la ex colonia francesa de Santo Domingo. Por el primero, Su Majestad el Rey “reconoce” la independencia plena y entera de la república de Haití. El segundo revisa a la baja el saldo debido por la indemnización, que así pasa a ser 60 millones. En total, la indemnización habrá sido de 90 millones de francos de oro, que los haitianos terminarán de pagar en 1883. Para lograrlo, fue necesario erigir un sistema bancario complejo a través del cual Francia tendrá bajo control las finanzas del país hasta la ocupación estadounidense en 1915. En cambio, los diversos préstamos e intereses ante las bancas francesas, luego estadounidenses, para pagar la “deuda de la independencia”, solo se saldarán definitivamente en 1952.

Según opinión de los historiadores, el pago de la “doble deuda”, sin ser la única causa, pesó con mucha fuerza en la situación catastrófica del país. En eso pensaba, uno imagina, el presidente Sarkozy cuando se refería a Carlos X y hablaba de responsabilidad “en nombre de Francia”. Por supuesto, el proceder del hombre político nunca igualará la generosidad gratuita de la que el pueblo francés hizo gala, durante el terremoto del 12 de enero. Con todo, nos atrevemos a esperar que ese curioso ejercicio de “arrepentimiento” no apunte solo a posicionar a Francia favorablemente en el mercado de la reconstrucción de Haití, que se abre el próximo 31 de marzo en Nueva York.

(1) «Libération» du 19 février. A lire : «Haïti et la France : 1804-1848, le rêve brisé» de Jean-François Brière, Karthala, 2008.
«Un siècle de relations financières entre Haïti et la France (1825-1922)» de François Blancpain, l’Harmattan, 2001.

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